lunes, 9 de mayo de 2011

IMPORTANTE

Para llegar a las conclusiones de este blog es necesario revisar minuciosamente cada pregunta realizada a las personas encuestadas. Ellas se enfocan en estudiar el perfil de quienes van a la cárcel, por qué delitos van a la cárcel, en qué condiciones viven y cuál debería ser la función de la pena. En ellas se hace un contraste del imaginario común, los estudiantes que observaron las condiciones de los prisioneros y los estudios realizados por sociólogos jurídicos. Favor seguir el siguiente hipervínculo antes de leer el blog.


http://es.scribd.com/doc/55064682/Blog-carceles-power-point



Bibliografía utilizada

Artículo "Un poco más de hacinamiento"

  • (1) http://cijus.uniandes.edu.co/publicaciones/publicacionespdf/losmurosdelainfamia.pdf

    Artículo "En cuanto a la alimentación y la higiene"


    Artículo "Características de los presos"
    (3.5) (Lemaitre y Albarracín, 2010)
    (4) http://cijus.uniandes.edu.co/publicaciones/publicacionespdf/losmurosdelainfamia.pdf
    (5) IBID

    Artículo "Verdadera resocialización"
    (6) Manuel Iturralde: "Prisiones y castigo en Colombia: la construcción de un orden social excluyente"
    (7) IBID
    (8) http://cijus.uniandes.edu.co/publicaciones/publicacionespdf/losmurosdelainfamia.pdf

Tabla y análisis de resultados

http://es.scribd.com/doc/55058763/Tabla-de-Result-a-Dos

Verdadera resocialización?

El 54 % de los encuestados considera que la cárcel es una buena herramienta del Estado para disminuir los problemas en la sociedad, respuesta que probablemente está influenciada por el gran temor que se tiene a estos personajes, y la legitimidad que ha ganado el discurso punitivo que emana del Estado.   Sin embargo el 76 % de los mismos respondió que No consideraba que la cárcel fuese un lugar donde efectivamente logran rehabilitar y reintegrar socialmente a los delincuentes. Como bien lo establecen las lecturas de Iturralde “Durante las últimas dos décadas los gobiernos colombianos han sido incapaces de adelantar de manera coherente y decidida las reformas económicas y sociales indispensables para, al menos, reducir la creciente brecha entre las clases alta y media, por una parte, y entre éstas y las clases más bajas en la escala  social ―casi la mitad de la población colombiana―En cambio, tales gobiernos han acudido a una política criminal represiva e improvisada como el instrumento más efectivo y económico para manejar los problemas y conflictos de la sociedad colombiana” (6) (Iturralde, 2010)
No se desconoce entonces, la grave falla en el sistema penitenciario Colombiano, quien no ha podido cumplir con su función principal de disminuir la delincuencia, ni mucho menos el de rehabilitar a los criminales correctamente para evitar que vuelvan a caer en el mismo ciclo.
Al contrario, “la desigualdad aumenta y los complejos problemas sociales que surgen de la desigualdad y la pobreza se reducen a problemas de criminalidad que se deben enfrentar con el poder punitivo. El resultado es un Estado que castiga a los más pobres y excluidos encerrándolos en circunstancias infrahumanas en las cárceles”(7). Y ya una vez en estas, dado a las condiciones de malos tratos, abusos, violencia, violaciones masivas de los derechos de los internos, se crean individuos enfurecidos, vengativos y con ansias de delinquir (esto demostrado en el número de reingresados existente en Colombia).
Si se tratara de disminuir la violencia y el delito se implementarían políticas mas contundentes que establezcan un vínculo estrechamente ligado entre la desigualdad y la violencia social, y en vez de acrecentar la criminalización de sectores que ya en si son marginados por la sociedad y el sistema, se enfocaría en la inclusión de estos, mediante programas sociales o al menos para que las cárceles cumplieran con la función que estas tienen de resocializar, a través de talleres y programas pedagógicos  y de trabajo que permitieran la efectiva reinserción a la sociedad con habilidades de utilidad para los mercados laborales.(8)
Por Ultimo es necesario que el estado cumpla con los derechos y las garantías que son de carácter inalienable como lo establece Sentencia T-596 de 10 de diciembre de 1992. “La órbita de los derechos del preso cuya limitación resulta innecesaria, es tan digna de respeto y su protección constitucional es tan fuerte y efectiva como la de cualquier persona no sometida a las condiciones carcelarias. Los derechos no limitados del sindicado o del condenado, son derechos en el sentido pleno del término, esto es, son derechos dotados de poder para demandar del Estado su protección. Del derecho pleno del interno a la vida, la integridad física y a la salud se derivan importantes consecuencias jurídicas para la administración penitenciaria que pueden ser descritas como deberes. Entre ellos se encuentra el deber de trato humano y digno, el deber de proporcionar alimentación suficiente, agua potable, vestuario, utensilios de higiene y lugar de habitación en condiciones de higiene y salud adecuadas, el deber de asistencia médica y el derecho al descanso nocturno, entre otros.”

Características de los presos

De gran interés es el imaginario común que tienen los encuestados acerca de las características que tienen los personajes que van a las cárceles.  Como lo demuestran las encuestas realizadas, hay una alta tendencia a estigmatizar a los presos con una serie de cualidades que tienden a describir al preso común, la mayoría de los encuestados, en grandes porcentajes, respondieron que la gente recluida en las cárceles cumplen el perfil de hombres, jóvenes,  de estrato bajo, con educación primaria y desempleados.   Hay que tomar en cuenta  la muestra que se estudió: los encuestados de estrato 6, de los cuales, 88% han sido víctimas de un delito menor. Como lo establece Lemaitre y Albarracin ”La seguridad ciudadana gira en torno a la percepción de seguridad, en particular la percepción de los estratos medios y los representantes de las “gentes de bien”. Para ellos el miedo al otro (pobre, hombre joven, moreno) se convierte en protagonista de las relaciones sociales, en particular en el espacio público urbano. El otro temido es el potencial atracador o sicario, de escasa educación formal y menos oportunidades en el mercado laboral. Desocupado y potencialmente agresivo, se toma el espacio público y desmejora la percepción de seguridad, especialmente cuando se encuentra en grupos o consume marihuana(3.5).
Tendemos a olvidarnos de  las características que marcan a la sociedad Colombiana, estampada por índices altos de pobreza y un grave fenómeno de desigualdad social y económico. En gran parte es la dinámica social económica,  de la mano con el funcionamiento de sistema penal-siendo este un reflejo de esta, al mismo tiempo que la alimenta-, son factores definitivos de las decisiones y circunstancias que motivan a un gran número de personas pertenecientes a las clases más marginadas a una vida de delincuencia. En la mayoría de los casos esta forma de vida maniobra como un mecanismo de subsistencia y  como una manera de satisfacer las mas básicas necesidades, como también ambiciones, que son negadas por una sociedad excluyente, que no ofrece verdaderas oportunidades a las clases sociales más pobres.(4)
Acompañado de este rechazo social que se le da a las clases marginadas, “Los discursos oficiales reproducidos en los medios estigmatizan a los hombres jóvenes pobres que llenan las cárceles sin reconocer su vulnerabilidad, la cual empieza en su invisibilidad para el Estado y para el mercado, donde su falta de educación formal y a menudo la agresión explícita en su autodefinición masculina los excluye de la posibilidad de integrarse. Su destino parece ser la pobreza y para muchos la ilegalidad, y eventualmente la cárcel o la muerte violenta justificada por la ilicitud de la actividad asumida, sean atracadores, sicarios, pequeños expendedores de drogas o sea que ingresen a las filas de los ejércitos del narcotráfico.”(5)

Resultados de encuestas realizadas a 50 personas

http://es.scribd.com/doc/55054609/Tabulacion-encuestas

Actividades dentro de las cárceles

La falta de actividades y de programas resocializadores en las cárceles demuestran la incapacidad del sistema penitenciario en trabajar por resocializar de manera efectiva a los presos. Una de las consecuencias más graves de la falta de capacitaciones y actividades a los presos es la violencia, la inseguridad y la discriminación que se vive en los pabellones.  Los más fuertes se encargan de violentar a los más débiles, los nuevos ingresados son víctimas de maltrato y exclusión, los reclusos de color, los travestis y homosexuales son víctimas de discriminación, de violencia y de burlas, muchos de los presos son víctimas de acoso sexual. La violencia se manifiesta en un sinnúmero de formas tras las celdas, creando individuos violentos, denigrados y vengativos, todo aquello que la función de la cárcel pretendía evitar.  Se deberían implementar capacitaciones y talleres a los presos, en donde se les enseñe a trabajar, y se les eduque, para así, cuando estos tengan la oportunidad de reintegrarse a la social, tengan conocimientos y herramientas para tomar otras opciones distintas a la que han conocido por falta de oportunidades y pobreza, delinquir.